Después de la imperdible Catedral gótica, otro de los motivos que merece un viaje hasta León es la Real Colegiata de San Isidoro.
Como ya conté, estuvimos en León hace algo más de una semana. Pero no fue hasta ayer que conseguí ponerme con esta entrada. Y, cuando lo hice, tenía la extraña sensación de que no sabía nada de este edificio. Una consulta con el insomnio me permitió aclarar el problema: no se trata de no tener información sino de no tener una visión de conjunto que me permitiese ordenarla.
La colegiata de San Isidoro está dividida, hoy en día, en tres partes: por un lado, la iglesia, por otro, el Museo y, por último, el hotel.
Y la visita se hace por partes. La iglesia, la vimos, sin muchas explicaciones, el sábado por la mañana, como parte de la visita guiada a la Catedral y el casco histórico que comenté en la entrada anterior. Por la tarde, hicimos la visita al Museo, situado en una torre en el extremo izquierdo (vista la colegiata desde la fachada de la Plaza de San Isidoro). Contábamos con que, en esa ocasión, nos explicasen un poco más la iglesia. Pero no fue así: la visita al museo se restringe a ciertas dependencias concretas de la propia torre y el Panteón Real, pero no está incluida la iglesia. Por último, el hotel, situado en el antiguo claustro y en las dependencias monásticas. Es… un hotel, que no se visita de forma organizada. Sin estar alojado allí se puede echar una ojeada discreta si uno va al restaurante y poco más (nosotros sólo llegamos a la puerta del restaurante porque fue uno de los que, como ya conté, nos dijeron que no tenían mesa si no teníamos reserva). Pero, para llegar hasta allí, pudimos recorrer algunos de los imponentes corredores y espiar un poco el claustro.
En fin, a lo que iba: en ninguna de las visitas que hicimos se nos dio una explicación muy profunda del conjunto. Además, las dos veces que llegamos hasta San Isidoro llovía, por lo que apenas tengo alguna fotografía del exterior. Sí teño alguna más del interior de la iglesia y en el Museo no se pueden sacar fotos. Pero, para quien esté interesado, hay una profusa explicación de la historia del edificio en la Wikipedia y bastantes fotografías del Panteón en la red.
La iglesia
La iglesia es de estrutura románica, con planta de cruz latina. Tiene tres naves en el brazo principal con bóveda de cañón y arcos de medio punto sobre pilastras con capiteles decorados. La misma estructura se repite en las tres naves. En la cabecera, se disponían tres ábsides semicirculares.
Tiene dos interevenciones relevantes de estilo gótico: la nueva cabecera y el coro. En la siguiente fotografía puede verse la cabecera, el final de la bóveda de cañón del brazo principal (obsérvese que la iglesia no tiene crucero en la intersección de ambos brazos) y otra de las curiosidades del templo: los arcos lobulados que separan los brazos laterales.
Y una imagen en la que se puede ver parcialmente el coro gótico.
El retablo mayor es una composición de 24 tablas policromadas del siglo XV. Este retablo no fue concebido para estar aquí sino para la iglesia de Pozuelo de la Orden, en Valladolid. El obispado de León lo trasladó a San Isidoro en el siglo XX.
En el centro, al pie del retablo, una urna de plata de estilo neoclásico labrada por el platero leonés Antonio Rebollo en 1874 guarda los restos de San Isidoro.
El museo
La visita al Museo es obrigada. Incluye cuatro elementos, todos interesantes: la biblioteca, el tesoro, el cáliz de Doña Urraca y el imperdible Panteón Real.
La biblioteca está situada en una sala interesante en sí misma. Es de estilo renacentista, obra de 1534 de Juan de Badajoz el Mozo. Contiene una colección de 155 códices catalogados, algunos de ellos iluminados, fruto del importante scriptorium con que contó este monasterio. La biblioteca tiene, además, cientos de documentos, casi 300 incunables y más de mil volúmenes de libros antiguos o raros de los siglos XVI, XVII y XVIII. Por supuesto, en una visita turística, todo este material sólo se puede ver desde lejos.
El cáliz de Doña Urraca es una especie de copa compuesta por dos piezas ágata de época romana. Son dos cuencos que, en el siglo XI fueron unificados por una estructura de oro y piedras preciosas, dándole la forma de cáliz que tiene actualmente. Más allá de su valor artístico, su interés se acrecienta tras un estudio publicado en 2014 en el que se realiza una traza completa de los cuencos de ágata desde el siglo IV y que alimentan la leyenda de que pueda tratarse del Santo Grial, la copa que Cristo utilizó en la última cena. Existen en el mundo muchos “santos griales”. Este es uno de ellos.
El tesouro no pudimos visitarlo porque estaba cerrado por reformas de la exposición. Pero si pudimos ver el Panteón Real. Vale la pena un viaje a León para ver esta joya de la pintura mural románica.
El panteón es una sala situada debajo de los pies de la iglesia. Fue construida como Panteón Real y alberga los restos de varios reyes de León y de Navarra, reinas e infantes. Entre muchos otros, se conservan aquí los restos del rey García de Galicia.
La sala contiene varias sepulturas pero, durante las guerras de independencia, en el siglo XIX, el Panteón fue utilizado como cuadras. Las tumbas fueron abiertas y los restos amontonados en un rincón de la sala (las tumbas fueron usadas como abrevaderos para los animales).
En la restauración, se repartieron los restos de forma más o menos aleatoria por las sepulturas, cubiréndolas con tapas de piedra. La mayoría de las laudes originales se perdieron.
En archive.org puede consultarse un documento que detalla el estudio antropológico realizado sobre las tumbas y los restos de este panteón.
Pero el mayor interé de esta sala no está en las sepulturas sino en la decoración de los muros y las bóvedas: un programa iconográfico con imágenes del nacimiento de Cristo, su muerte y resurrección. Como era habitual, el programa sigue un orden pedagógico: la Anunciación, la Visitación, la Epifanía, la Natividad, el anuncio a los pastores, la huida a Egipto, la circuncisión y la matanza de los inocentes; la última cena, la pasión y la crucifixión y, por último, la resurrección y la entronización.
Completan la decoración un zodíaco y un precioso calendario agrícola.
Las pinturas se restauraron sin repintar y conservan sus colores originales. Es una oportunidad extraordinaria de apreciar pintura mural románica en excelente estado de conservación.